La apnea del sueño es un trastorno cada vez más frecuente en el que la persona deja de respirar varias veces durante la noche.
Esto no solo causa ronquidos, despertares frecuentes y cansancio durante el día, también aumenta el riesgo de hipertensión, diabetes, infartos y derrames cerebrales, poniendo en riesgo su corazón y su cerebro cada noche.
Gabriel Smester, médico internista, neumólogo e intensivista de los Centros de Diagnóstico y Medicina Avanzada y de Conferencias Médicas y Telemedicina (CEDIMAT), explica que el tratamiento estándar es la máquina de CPAP (presión positiva continua en la vía aérea), detallando que su función es simple: mantiene la vía aérea abierta con presión de aire, evitando que el paciente deje de respirar mientras duerme. Siendo sin duda, la terapia más efectiva para evitar las pausas respiratorias nocturnas.
CPAP no resuelve todo
El especialista aclara que aunque el CPAP mejora el sueño, protege al corazón y al cerebro de las consecuencias inmediatas de la apnea, el verdadero enemigo en la mayoría de los pacientes es la obesidad, ya que estrecha las vías respiratorias y alimenta un círculo vicioso de inflamación, cansancio y genera más aumento de peso, aclarando que la máquina corrige las pausas respiratorias, pero todos esos problemas persisten y continúan dañando silenciosamente el organismo.
El CPAP
El CPAP es seguro y eficaz, pero no es completamente inocuo. Cuando se requieren presiones altas (=15–18 cmH2O, dependiendo del paciente), aparecen más efectos secundarios: fuga de aire, aerofagia, distensión abdominal, irritación nasal y problemas de adherencia.
En algunos casos, esas presiones elevadas también pueden aumentar la resistencia al momento de exhalar, provocando despertares por incomodidad.
Tradicionalmente, se buscaba normalizar el índice de apnea-hipopnea (AHI), como si cada evento fuera igual de dañino.
Hoy se sabe que hay otros factores que predicen el daño, no es solo el AHI, sino la carga hipoxémica (cuánto tiempo total pasa el paciente con desaturación), la fragmentación del sueño y el impacto en el sistema nervioso (variabilidad de la frecuencia cardíaca / despertares).
Por eso, el foco clínico se ha desplazado a reducir síntomas, mejorar calidad de vida y proteger al sistema cardiovascular, más que a “eliminar cada apnea” a toda costa.
¿Por qué duermes mal?
La apnea no solo corta la respiración, también rompe la arquitectura del sueño. Cada vez que el paciente deja de respirar, el cerebro reacciona con un microdespertar. Esto fragmenta el descanso, disminuye las fases profundas y el sueño REM, que son las más reparadoras.