¿Cómo influye el alcohol en las enfermedades digestivas?
Independientemente de la dosis consumida, el alcohol es una sustancia tóxica que puede generar alteraciones en las enfermedades digestivas, al punto de empeorar su pronóstico. Si bien en cualquier dieta debería restringirse, hay que prestar atención cuando existe una patología crónica y con base inflamatoria.
De ser así, su ingesta puede conducir a un aumento de los síntomas y a otras complicaciones. Y aunque se trata de una bebida aceptada en la sociedad, no se sale del grupo de drogas perjudiciales para la salud. A mediano y largo plazo tiende a generar daños en diversos sistemas del cuerpo, incluso con ingestas moderadas.
Los efectos del alcohol sobre el organismo
Lo primero que hay que destacar es que el alcohol aumenta los niveles de inflamación. Esto es realmente malo, tanto si ya existen enfermedades crónicas como si no.
Cuando se desarrolla un estado de inflamación crónica de bajo grado, los procesos fisiológicos del organismo disminuyen su eficiencia. Así, como lo evidencia una investigación publicada en la revista The British Journal of Nutrition, la salud tiende a deteriorarse.
De hecho, este mal hábito altera también el entorno hormonal. En particular, provoca un descenso en los niveles de testosterona e incrementa la concentración de cortisol. A su vez, inhibe la síntesis de proteínas, lo que genera una degradación del músculo esquelético.
Dicho mecanismo aumenta todavía más el proceso inflamatorio y provoca cambios nocivos en el funcionamiento del metabolismo. Y aunque ambos géneros resultan afectados, se cree que es especialmente dañino para los hombres
¿La razón? Una disminución de los niveles de testosterona se relaciona con una mayor tendencia al envejecimiento. Al fin y al cabo, hablamos de su principal hormona sexual.
Estos efectos empeoran a partir de los 40 años cuando no se corrigen los hábitos de vida. Se puede manifestar en diversos trastornos de salud.
El alcohol y las patologías digestivas
Además de los problemas comentados, hay que destacar también los efectos del alcohol sobre la microbiota intestinal. Un estudio publicado en la revista Behavioural Brain Research expone que reduce la densidad y la diversidad de las bacterias que habitan en el tubo, lo que aumenta el riesgo de sufrir disbiosis.
Una vez que se ve alterada la microbiota, los procesos digestivos comienzan a deteriorarse. Esto puede resultar en intolerancias o en el incremento de los síntomas asociados a las patologías intestinales. Además, el propio tóxico podría ser la causa de alguna de ellas, como las úlceras o el reflujo gastroesofágico.
De hecho, cuando se sufre esta última condición, lo más adecuado es evitar la ingesta de alcohol y de sustancias irritantes. Por otra parte, ingerir este tipo de bebidas puede modificar la absorción de algunos nutrientes o la homeostasis del organismo.
Para ser más precisos, tiende a provocar una hipoglucemia aguda, aunque a medio plazo lo que genera es resistencia a la insulina. También hígado graso, lo que condiciona de forma negativa el funcionamiento del metabolismo. Sea como fuere, lo mejor es evitar la presencia de dicho elemento en la dieta, incluso de forma puntual.
Alcohol y secreción de ácido
No debemos olvidar tampoco que el consumo de alcohol puede alterar la producción de ácido a nivel estomacal. En caso de que el tejido se encuentre dañado por cualquier motivo, esto agravaría los síntomas.
Bajo este contexto, lo más adecuado es plantear una dieta blanda e incrementar el aporte de vitamina C para fomentar la síntesis de colágeno y conseguir una recuperación adecuada.
En última instancia, es clave mencionar que la propia ingesta de estas bebidas se considera un factor de riesgo para el desarrollo de cáncer en el tubo digestivo. Tanto el esófago como el estómago y el intestino verán modificado su epitelio debido a la presencia del tóxico en la dieta. A largo plazo, esto conlleva a la génesis de células malignas.
El alcohol es nocivo para las enfermedades digestivas
Siempre que existan patologías digestivas, es necesario restringir por completo el consumo de bebidas embriagantes. De lo contrario, sus síntomas pueden empeorar o las afecciones pueden progresar con mayor rapidez.
De hecho, estas sustancias tóxicas deberían evitarse en cualquier contexto. Si bien hasta hace pocos años se especulaba que una cantidad pequeña podría proteger al sistema cardiovascular, en la actualidad se sabe que esto es totalmente incierto.
Así pues, hay que dejar de normalizar su consumo y, en la medida de lo posible, rechazarlo. En lugar de esto, hay que priorizar el consumo de agua mineral, que es la mejor fuente de hidratación para el cuerpo.