Hepatitis autoinmune: causas, síntomas y tratamientos
La hepatitis autoinmune es una patología poco común que afecta al hígado. Consiste en la inflamación de este órgano, a consecuencia de que el propio sistema inmunitario comienza a atacar las células que lo conforman.
Al igual que otros tipos de hepatitis, cuando no se instaura un tratamiento y continúa el proceso inflamatorio, se puede producir un daño irreversible. Por eso, la hepatitis autoinmune puede complicarse, dando lugar a una cirrosis y a una insuficiencia hepática.
El tratamiento de esta patología es complejo y, en algunos casos, puede requerir un trasplante de hígado. Por ello te explicamos todo lo que debes saber sobre la patología.
¿En qué consiste la hepatitis autoinmune?
La hepatitis autoinmune (HAI), como acabamos de señalar en la introducción, es un proceso inflamatorio que afecta al hígado. Se trata de una afección crónica, ya que dura más de seis meses y, de hecho, suele mantenerse durante toda la vida.
Según explica un artículo de British Liver Trust, lo que ocurre es que el sistema inmunitario comienza a atacar las células del propio cuerpo. En la hepatitis autoinmune se dañan las células del hígado. Esto hace que aparezca inflamación en el tejido hepático.
Los procesos inflamatorios suelen provocar la formación de tejido fibroso, como si fueran cicatrices. Este tejido fibroso altera la funcionalidad del hígado.
Los trastornos autoinmunes suelen estar asociados entre sí. Por eso, las personas que tienen alguna patología de este tipo poseen más riesgo de padecer este tipo de hepatitis. Por ejemplo, la diabetes tipo 1 o la colitis ulcerosa.
Tipos de hepatitis autoinmune
La hepatitis autoinmune, de forma general, se divide en dos tipos principales. La tipo 1 es la más frecuente. Suele presentarse en mujeres jóvenes, aunque puede aparecer a cualquier edad. Es típico que se asocie a anticuerpos antinucleares y anticuerpos antimúsculo liso.
La tipo 2 es más común en niños y jóvenes. Los anticuerpos que suelen presentarse reciben el nombre de anticuerpos anti-LKM y anticitosol hepático. Se considera que esta variante es más agresiva que la otra.
¿Qué síntomas se producen?
Los síntomas de la hepatitis autoinmune son muy variables. Hay muchas personas que padecen esta patología y cursan de forma asintomática hasta que el daño se ha extendido de forma notable. En un gran número de casos, los signos aparecen de forma brusca.
Además, cuando aparecen, son bastante inespecíficos y similares a otros tipos de hepatitis. Tal y como señalan los especialistas de la Clínica Mayo, uno de los más frecuentes es el malestar o dolor abdominal. El hígado también suele estar agrandado de tamaño.
Esto hace que pueda palparse el órgano por debajo de la última costilla. También es frecuente la ictericia, el cansancio y el dolor articular. Muchos pacientes presentan sarpullidos y, en el caso de las mujeres, suele desaparecer la menstruación.
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Causas y factores de riesgo
La hepatitis autoinmune se produce por una alteración del sistema inmune. Este comienza a atacar las células del hígado, dañándolas. Este daño es llevado a cabo por unas moléculas llamadas anticuerpos.
Lo cierto es que la causa exacta de por qué sucede esto es desconocida. Sin embargo, se cree que la genética es determinante. Además de la predisposición a padecer enfermedades autoinmunes, debe haber factores desencadenantes. Por ejemplo, virus, ciertas toxinas o medicamentos.
Tener cualquier otra enfermedad autoinmune, como la enfermedad de Graves o la celiaquía, aumenta el riesgo de sufrir hepatitis autoinmune. Del mismo modo, las mujeres tienen mucha más probabilidad de padecerla que los hombres.
Posibles complicaciones de la hepatitis autoinmune
La hepatitis autoinmune puede no producir ningún síntoma al inicio. Sin embargo, a medida que progresa la inflamación y aparece tejido fibroso o cicatricial, el hígado comienza a perder funcionalidad.
Este tejido cicatricial acaba provocando una cirrosis hepática. La cirrosis es una situación compleja que puede tener múltiples complicaciones. La principal es la insuficiencia hepática. Consiste en que el hígado está tan dañado que no puede cumplir sus funciones.
La cirrosis también puede dar lugar a varices esofágicas. La razón es que la sangre no puede atravesar la vena porta. Por eso, el flujo sanguíneo retorna y hace que se ingurgiten las venas del esófago. Con esa sobrecarga sanguínea, las venas tienden a romperse, provocando hemorragias masivas.
La cirrosis por hepatitis autoinmune puede conllevar ascitis y un mayor riesgo de sufrir cáncer de hígado. La ascitis es la acumulación de grandes cantidades de líquido a nivel abdominal.
Exámenes de diagnóstico
El diagnóstico de la hepatitis autoinmune es complejo. Requiere de una serie de pruebas complementarias para poder demostrar la etiología.
Una de las pruebas más empleadas es el análisis de sangre. Con él se pueden observar ciertos parámetros que indican cómo está la función y el daño hepático. Por ejemplo, las transaminasas.
Además, en el análisis de sangre también se puede estudiar la presencia de anticuerpos. Con ellos se realiza un diagnóstico diferencial entre la hepatitis autoinmune y la vírica o bacteriana.