Tiroidectomía: proceso, motivos y recuperación
La tiroidectomía está indicada en casos de cáncer de tiroides, nódulos sospechosos de malignidad y otras patologías de la glándula. Te explicamos cómo se realiza y por qué.
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La tiroidectomía es una intervención quirúrgica que se realiza con relativa frecuencia. Consiste en extirpar parte o la totalidad de la glándula tiroides. Este es un órgano que tiene gran protagonismo en la regulación del metabolismo.
El problema es que las patologías que afectan a esta glándula son muy comunes en la población general. Por ejemplo, la enfermedad de Graves, el bocio o incluso el cáncer de tiroides. Todas ellas pueden llevar a la indicación de tiroidectomía.
Se considera una técnica segura, pero al igual que cualquier cirugía, no está exenta de riesgos. Por ello, en este artículo te explicamos todo lo que debes saber sobre la intervención y por qué se realiza.
¿Qué es una tiroidectomía?
Antes de explicar en qué consiste la tiroidectomía, es fundamental hablar sobre la glándula. La tiroides es un órgano en forma de mariposa que se sitúa en la parte anterior del cuello. Está compuesta por dos lóbulos que se unen entre sí por una parte que recibe el nombre de istmo.
Se encarga de secretar hormonas tiroideas que cumplen una función muy importante regulando el metabolismo. Por ejemplo, influyen en la temperatura corporal o en el gasto calórico, entre otras funciones.
Las enfermedades de la glándula tiroides son muy frecuentes en la población general. La tiroidectomía, según explican los especialistas de la Clínica Mayo, es un procedimiento quirúrgico que permite extirpar parte o la totalidad del órgano.
De esta manera, sirve para tratar patologías como el bocio o el cáncer de tiroides. Existen diferentes formas de realizarla, en función de cuál sea la enfermedad de base. Lo explicaremos más adelante.
¿Cuándo es necesaria la tiroidectomía?
La causa más frecuente por la que se realiza esta intervención es el cáncer de tiroides. Existen diferentes tipos oncológicos, entre los que destaca el carcinoma papilar por ser el más común.
Todos ellos pueden beneficiarse de este tratamiento si se encuentran localizados en la glándula y no hay metástasis a otras partes del organismo. Además del cáncer, la tiroidectomía puede ser útil en el abordaje de ciertos casos de bocio.
El bocio es un agrandamiento de la glándula no cancerígeno. Cuando alcanza un tamaño notable o crece hacia el interior del cuello puede presionar algunas estructuras, como la tráquea. Esto hace que aparezcan síntomas muy molestos, como dificultad para tragar o respirar.
Ciertos tipos de hipertiroidismo se pueden beneficiar de la tiroidectomía. Se suele emplear en casos en los que el tratamiento médico o con yodo radiactivo ha fracasado. Es común en la enfermedad de Graves.
Otra de las posibles indicaciones de la tiroidectomía son los nódulos tiroideos. No todos se extirpan, sino que se hace en aquellas personas en las que no se sabe si son benignos o malignos.
Tipos de extirpación de la glándula tiroides
La tiroidectomía se puede realizar de diferentes formas. Según explica un artículo de la American Thyroid Association, la elección de la técnica dependerá de la causa de la cirugía. Es una decisión compleja que debe ser tomada por un equipo de profesionales.
La primera clasificación divide la tiroidectomía en parcial o total. Cuando se habla de la forma parcial también se denomina hemitiroidectomía. Consiste en extirpar solo la mitad de la glándula. Es útil cuando existen nódulos localizados en un solo lóbulo.
La tiroidectomía total es la extirpación de toda la glándula. Es la más empleada en casos de cáncer o cuando se trata de un bocio muy extenso. El problema es que esta técnica requiere medicación posterior para restituir las hormonas.
Además, la cirugía se puede clasificar en función del abordaje que se emplee para realizarla. Puede ser convencional, transoral o endoscópica.
Tiroidectomía convencional
Esta técnica consiste en realizar una incisión en el centro del cuello. Ahí es donde se sitúa la glándula. De esta manera, se procede a extirparla de forma directa, empleando anestesia general.
Tiroidectomía transoral o endoscópica
Esta cirugía permite extirpar la glándula de forma menos invasiva. Se emplean incisiones más pequeñas. A través de ellas se insertan los instrumentos quirúrgicos y una pequeña cámara para observar. Es útil para personas con alto riesgo quirúrgico.
También sirve para mejorar el resultado estético, ya que no se crean cicatrices tan visibles. Según explica un artículo de Endocrine Surgery, existe un procedimiento transoral y submental que es el más útil.
Se extirpa la glándula a través de una incisión debajo del mentón. La cicatriz queda oculta por la forma de la propia barbilla. Además, se reducen las complicaciones posoperatorias y la sensación de malestar.
Preparación para la intervención
Antes de realizar una tiroidectomía es esencial que el paciente esté bien informado. Como se emplea anestesia general, lo habitual es que no se pueda comer ni beber nada las horas previas al procedimiento.
El médico debe conocer cualquier tipo de tratamiento que tenga el paciente. Es posible que sea necesario retirar ciertos fármacos antes, para evitar complicaciones. Por ejemplo, es el caso de los anticoagulantes.
El paciente debe saber que, si la tiroidectomía es total, deberá estar bajo tratamiento farmacológico de por vida. Al extirpar la glándula el cuerpo será incapaz de sintetizar hormonas tiroideas.
Recuperación tras el procedimiento
Tras la tiroidectomía el paciente deberá quedarse ingresado en el hospital. Así podrá recuperarse de la anestesia y de la propia cirugía. Además, este periodo de observación es esencial para controlar cualquier complicación posquirúrgica.
Es frecuente que aparezcan molestias en el cuello o dolor. Incluso puede ser que la voz esté ligeramente trastocada o débil. Esto puede deberse a la intubación durante la cirugía o a una irritación de los nervios laríngeos.
No es necesario mantener ayuno tras la cirugía. A pesar de que se haya intervenido el cuello, se puede comer y beber. Se recomienda estar 10 días sin realizar actividades intensas. No obstante, en las jornadas posteriores se puede realizar vida normal e incluso trabajar.