Los científicos de Harvard explican si Ómicron puede frenar los casos de COVID prolongado
A pesar de causar síntomas más leves, los investigadores afirman que no hay razones para pensar que la variante diferirá de las versiones anteriores del virus en su capacidad para generar efectos a largo plazo. Los detalles.
Desde que la variante Ómicron fue detectada en Sudáfrica en noviembre último, los científicos buscan conocer su impacto y cómo se convirtió en pocas semanas en la predominante en todo el mundo, desplazando a la más mortal Delta y generando una nueva ola de contagios sin precedente en todos los continentes.
Mientras la sociedad tiene la esperanza de que el declive de nueva variante señale el final de la fase de emergencia de la pandemia, los médicos que tratan el COVID prolongado están preocupados por la posibilidad de una nueva ola de casos.
Pero aún no se sabe si el virus en sí causa una enfermedad menos grave, como se insinúa en los estudios con animales, o si los efectos más leves se deben en realidad a los niveles más altos de inmunidad de la población.
Mientras tanto, quienes atienden a pacientes con post COVID dicen que una enfermedad inicial leve puede ofrecer poca protección porque la mayoría de los casos parecen provenir de infecciones que no requirieron hospitalización. El jefe de una clínica está comenzando a ver casos relacionados con Ómicron y dice que tiene pocas razones para pensar que la variante diferirá de las versiones anteriores del virus en su capacidad para generar un COVID prolongado.
“Debido a que hay tantas personas infectadas con Ómicron, esperamos que esos casos, desafortunadamente, conduzcan a más casos de COVID prolongado”, dijo Jason Maley, director de la clínica de long COVID del Beth Israel Deaconess Medical Center, que es parte de un estudio multicéntrico financiado por los Institutos Nacionales de Salud para explorar las causas de la afección. “No creo que se haya visto nada sobre el virus en sí, la variante Ómicron, para decir que no causará COVID prolongado”.
El síndrome post-COVID-19, también llamado long COVID o COVID prolongado, se define por una variedad de síntomas que se presentan de cuatro a ocho semanas después de que haya pasado la enfermedad aguda. Se cree que la afección afecta hasta al 30 por ciento de los pacientes y puede incluir una continuación de los síntomas sufridos durante la fase aguda (dificultad para respirar o fatiga, por ejemplo) junto con nuevos síntomas que ocurren después de que los pacientes sienten que se han recuperado: molestias en el pecho, dolor intenso, mareos, vómitos, confusión mental.
Shibani Mukerji, profesora asistente de neurología en la Escuela de Medicina de Harvard y directora asociada de la Unidad de Enfermedades Neuroinfecciosas del Hospital General de Massachusetts, se hizo eco de la evaluación de Maley y dijo que su clínica ha estado extremadamente ocupada y que espera que los casos futuros sigan los patrones establecidos por variantes anteriores. “Cada ola no hace más que aumentar el número de visitas ambulatorias relacionadas con los síntomas que se cree que están asociados al COVID”, dijo Mukerji.
Por su parte, Nahid Bhadelia, codirector del programa de long COVID del Consorcio de Preparación para Patógenos de Massachusetts, director del Centro de Política e Investigación de Enfermedades Infecciosas Emergentes de la Universidad de Boston y médico de enfermedades infecciosas en el Centro Médico de Boston, dijo durante una reciente conferencia de prensa que “los estudios del COVID prolongado han descubierto posibles vínculos con la diabetes, altos niveles de virus mientras se está enfermo y el virus de Epstein-Barr. Además, la idea de que algunos virus pueden persistir incluso después de la fase aguda se ha visto reforzada por un estudio de síntomas gastrointestinales en casos pediátricos que encontró virus tres meses después de que terminó la enfermedad aguda”.
“¿Podría ser algo en lo que el virus encuentre un reservorio y luego provoque algún tipo de respuesta inmunitaria, o es un daño que ocurrió en el entorno agudo, o es un fallo de funcionamiento de su sistema inmunitario?”, se preguntó Bhadelia. “Las razones siguen sin estar claras. Aún queda mucho trabajo por delante”. En la misma línea, Maley aseguró que cada vez hay más pruebas de que está en juego una respuesta inmunitaria anormal, lo que lleva a un aumento de la inflamación que puede ser responsable de algunos síntomas.
El especialista, quien estableció el Programa de Supervivencia de Enfermedades Críticas y COVID-19 de Beth Israel a principios de 2021, dijo que los pacientes y el personal se han duplicado en los últimos seis meses, con 10 a 15 nuevos pacientes ingresando cada semana. “Nuestra clínica y las clínicas de todo el país luchan por mantenerse al día con el gran volumen de personas, y los tiempos de espera son cada vez más largos. Si tuviéramos el doble de personas, aún estaríamos ocupados todos los días durante todo el día. Pero la mayoría de las fuerzas laborales de atención médica han perdido una cantidad sustancial de personal”, detalló.
Desde que se abrió la clínica, Maley dijo que la mayoría de los pacientes han mejorado, aunque a diferentes velocidades. Los síntomas que pueden tratarse con rehabilitación física, como la dificultad para respirar, tienden a mejorar más rápidamente, mientras que los relacionados con impactos neurológicos, como la confusión mental, pueden persistir por más tiempo.
El experto enfatizó que el COVID prolongado es una enfermedad muy real. También aumenta la evidencia de que está en juego una respuesta inmunitaria anormal, lo que lleva a una mayor inflamación que puede ser responsable de algunos síntomas. La causa raíz de esa respuesta inmunitaria hiperactiva sigue siendo un misterio, y los investigadores examinan si las partículas virales que quedaron de la infección principal continúan activando el sistema inmunitario. Para Maley, también puede haber un componente genético, con algunas personas predispuestas a este tipo de respuesta inmune.
Mientras tanto, Eva-Maria Ratai, investigadora del Departamento de Radiología del Hospital General de Massachusetts y profesora asociada de radiología en la Facultad de Medicina de Harvard, ha centrado su trabajo en los aspectos neurológicos de la afección. Ratai, quien publicó una investigación de resonancia magnética en noviembre de 2020 que muestra que los impactos del COVID-19 en el cerebro son similares a la privación de oxígeno, está comenzando un nuevo estudio para explorar los aspectos neurológicos del COVID prolongado utilizando imágenes médicas. El estudio de cinco centros financiado por NIH busca inscribir a 200 personas que se someterán a un examen físico completo, pruebas cognitivas y resonancias magnéticas, con seguimiento en dos años. “Mucho parece apuntar a la neuroinflamación”, destacó Ratai. “Parece que en estos pacientes, incluso después de la fase aguda, todavía hay algo de neuroinflamación que puede provocar confusión mental o estas otras cosas”.