Quiero graduarme de bachiller
En mi natal San Pedro de Macorís nos alfabetizábamos en una escuelita barrial en donde los padres nos dejaban con una sillita y generalmente los primeros pasos para aprender a leer y los rudimentos de la aritmética tenían una calidad excepcional y una disciplina de primer orden, de lo contrario, un reglazo o quince minutos de pie, eran los psicólogos de la época.
Todavía entrado en los 70, la madre del doctor Ricardo Corporán, doña Ana Gómez, tenía una escuelita de iniciación en el barrio 27 de Febrero para alfabetizar niños de ese sector con la contribución de sus padres que aportaban de 10 a 15 centavos a la semana, algunos, no llegaban a esta módica suma.
Estudié en el Colegio Evangélico Central; en la Escuela Puerto Rico; en el liceo Gastón Fernando Deligne; en el liceo José Joaquín Pérez y finalmente me recibí de bachiller en el Colegio Episcopal San Esteban.
Los cambios de planteles estaban relacionados con mi temprana incorporación a los movimientos juveniles de protesta de los años 60.
La queja a mis padres era: “a ese muchacho lo tienen fichado”…” te lo van a desgraciá` en una de esas movilizaciones”…
Recuerdo que el destacado profesor don Gilberto Sosa, en 1966 y en su hogar, me ofrecía dos veces por semana una visión general de las matemáticas, siempre muy temidas por mí, a fin “de prepararme” para ingresar a la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Ahora que constato los esfuerzos del Ministerio de Educación por llevar las clases hasta los hogares, en el marco de una terrible pandemia, es que reconozco en este esfuerzo magnánimo la necesidad de sumar a padres, maestros y a la comunidad, es que llamo a la conciencia ciudadana de que: comer y aprender es primero, siempre privilegiando la lucha sin cuartel para vencer la pandemia.
Como dispongo de tiempo útil por la cuarentena, procuro “tomar clases” de todos los niveles y canales para comprobar lo atrasado que estoy en las diferentes asignaturas y me enorgullezco de cómo ha variado la moderna pedagogía en lo atinente al proceso de enseñanza-aprendizaje.
¿Que faltan laptops?, ¿que los telerreceptores no son suficientes?, ¿qué hay lugares donde se va la luz?, ¿que los padres no tienen con quien dejar a sus hijos pues deben salir a buscar el peso?, ¿que hay problemas de conectividad con la nube de la Internet?
Todo eso es cierto. Pero hay que ser muy mezquinos para quedarse solo criticando y no sumarse a la lucha contra la ignorancia, que no es solo una tarea de cuatro años, sino que es abono para las generaciones del futuro.
Despoliticemos la actual cruzada y sobre el camino “emparejamos la carga”.
Si hay que sustituir un texto que se coló por error involuntario en una de las guías, se hace con humildad, pues eso de acusar de dictadores a conductores de naciones con las cuales tenemos relaciones fraternas es un acto de intolerancia política que además no nos compete.
Ojalá disponer de todo el tiempo para graduarme de nuevo de bachiller.
Ministro Fulcar y todo su equipo: ¡Adelante!
César Mella
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