¿Comer soja aumenta el riesgo de cáncer de mama?

El cáncer de mama es la neoplasia más frecuente en la mujer a nivel mundial. Sin embargo, la incidencia difiere entre los países asiáticos y los de Occidente, lo que ha llevado a pensar que la dieta podría estar involucrada. Por esta razón, se han realizado diversos estudios en algunos alimentos y, en particular, respecto a la relación entre la soja y el cáncer de mama.
Los resultados son tan variados, que incluso se contradicen.
La mayor controversia aparece en aquellos tumores que son dependientes de estrógenos. Ya que en este tipo de neoplasias, el tejido cancerígeno posee receptores que permiten que las células proliferen en presencia de esta hormona. Por lo tanto, son considerados tumores estrógeno-sensibles.
La soja: una fuente con similitud hormonal
La soja es una legumbre con un alto contenido nutricional. Asimismo, entre sus componentes se encuentran las isoflavonas, unos pigmentos cuya estructura química se asemeja al estrógeno.
Debido a la presencia de estos compuestos, llamados también fitoestrógenos, es que surge la preocupación sobre el papel que desempeña la soja en el cáncer de mama.
El estrógeno es una hormona sexual femenina. Es producida por los ovarios y, en menor medida, por las glándulas suprarrenales. Está involucrada en diversas funciones corporales, entre las que se encuentra la proliferación y la diferenciación del tejido mamario. Los niveles de estrógenos varían con la edad de la mujer, disminuyendo con la menopausia.
La isoflavona y su acción estrogénica
A pesar de que las isoflavonas comparten similitudes estructurales con los estrógenos, poco se ha podido dilucidar en cuanto a su acción. De hecho, de todos los fitoestrógenos, la genisteína es la que posee la mayor actividad biológica y la más estudiada. Sin embargo, su efecto difiere en los diversos tejidos y también parece variar con respecto a los niveles de estrógenos endógenos.
En distintas investigaciones se pudo evidenciar que las isoflavonas presentes en la soja pueden tener una acción semejante a los estrógenos, por lo que se consideran agonistas. O por el contrario, bloquean el efecto de la hormona y a tal acción se le denomina antagonismo.
Esta dualidad depende del tipo de receptor estrogénico al que se unan. Por ello se considera que su efecto posee una actividad estrogénica y antiestrogénica débil.

¿La soja es un factor protector o de riesgo para el cáncer de mama?
Se han realizado estudios que proponen a las isoflavonas como fuente de protección frente al desarrollo de cáncer de mama. Sin embargo, estas investigaciones advierten que el consumo frecuente de soja y sus derivados debe ocurrir en la infancia y en la adolescencia para producir un efecto significativo en la posible prevención de la neoplasia.
Del mismo modo, los autores aseguran que un consumo escaso en la pubertad, seguido de una dieta rica en soja en la vida adulta, no demuestra la misma acción protectora, siendo incluso insignificante. Por ello, insisten en incorporar la legumbre a una alimentación balanceada desde etapas tempranas de la vida.
La explicación de este fenómeno la atribuyen a que los fitoestrógenos estimulan, en la adolescencia, la proliferación y la diferenciación del tejido mamario, confiriéndole protección frente al desarrollo de la neoplasia en etapas futuras. No obstante, hay quienes consideran que la protección de la soja frente al cáncer de mama ocurre por acciones que no dependen de las hormonas.
Estrógenos versus fitoestrógenos
Por otro lado, los niveles de estrógenos endógenos, es decir, los producidos por el propio cuerpo, también parecen influir en la acción de las isoflavonas. Cuando los niveles de la hormona son bajos, como ocurre tras la menopausia, la acción estrogénica de la soja es mayor. Esta es la razón por la que algunos consideran perjudicial el consumo de la legumbre después de cesados los ciclos menstruales.
El origen de la controversia
El temor de consumir soja y desarrollar cáncer de mama después de la menopausia o en aquellas personas con alto riesgo de padecer la neoplasia surgió de estudios experimentales realizados en roedores. A estos animales se les extirparon los ovarios (principal fuente de estrógenos) y el timo, inoculándoles células cancerígenas de un tumor mamario humano que era dependiente de estrógenos.
Para asemejar la dosis de la hormona en mujeres posmenopáusicas, se les inyectaba a los ratones pequeñas cantidades de estradiol. Y a continuación, se les administraban dosis diarias de genisteína dietética a un subgrupo. En los estudios observaron que el tumor mamario crecía en aquellos animales que recibían la genisteína. Esto llevó a la suposición de que la soja estaba contraindicada en mujeres con cáncer de mama.
Limitaciones del estudio
Sin embargo, el experimento no puede ser extrapolable a los seres humanos. Esta limitación responde a las diferencias fisiológicas que existen en el metabolismo de las isoflavonas entre ambas especies, las cuales no fueron consideradas desde el inicio.
Además, se administró genisteína dietética y no soja como fuente de isoflavonas, dejando de lado la interacción del resto de componentes de la legumbre. Por otra parte, tales efectos no se han observado en otros estudios con roedores, haciendo que sean necesarias más investigaciones al respecto para sacar conclusiones que tengan validez científica.

Posibles conclusiones respecto a la soja y el cáncer de mama
Se requieren estudios adicionales para dilucidar si la soja tiene algún beneficio real en la prevención del cáncer de mama o si, por el contrario, representa un riesgo en el desarrollo de la neoplasia. Mientras tanto, se considera que un consumo moderado no provoca efectos negativos sobre la salud.
Sin embargo, en las pacientes posmenopáusicas diagnosticadas con cáncer de mama dependiente de estrógeno, en aquellas personas con alto riesgo de padecerlo y en las supervivientes de la neoplasia con tratamiento antiestrogénico, los estudios no son concluyentes con respecto a cuál es la mejor conducta a seguir.
Los niveles de evidencia actuales son tan dispares, que se dificultan la observación del panorama. No obstante, el consumo de soja no se ha relacionado con un mayor riesgo de cáncer de mama; al menos no de momento.
Y por ello, el recelo frente al consumo de la legumbre no está justificado. Aunque si bien es cierto que deben respetarse las creencias individuales.
Más allá de otorgarle a la soja el protagonismo en la diferencia en los casos de cáncer de mama entre Asia y Occidente, se deben evaluar otros posibles factores de riesgo involucrados en el desarrollo de la neoplasia, puesto que estos son múltiples. Las investigaciones tienen como objetivo proponer cambios sustanciales en el estilo de vida de las personas para así poder prevenir el cáncer de mama.