Las generaciones más jóvenes tienen un menor riesgo de padecer demencia, según un estudio
A pesar de que las proyecciones sobre la demencia siguen siendo alarmantes, un estudio reciente brinda una perspectiva optimista: las generaciones más jóvenes presentan un menor riesgo de desarrollar esta enfermedad neurodegenerativa comparado con la edad a la que lo hicieron sus padres o abuelos.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2021 más de 57 millones de personas estaban conviviendo con la demencia, y se estima que para 2050 esa cifra podría alcanzar los 139 millones. Los especialistas advierten que los sistemas de salud no están listos para afrontar este creciente desafío.
No obstante, una investigación de la Universidad de Queensland en Australia, publicada en JAMA Network Open, indica que la aparición de la demencia está disminuyendo en las generaciones más recientes. La doctora Sabrina Lenzen, coautora de la investigación, comentó que “las generaciones más jóvenes tienen menos probabilidades de desarrollar demencia a la misma edad que los grupos previos, y eso es alentador”.
Menor riesgo en edades avanzadas
La investigación recopiló datos de más de 62. 000 individuos mayores de 70 años, nacidos entre 1890 y 1948. Los participantes fueron divididos en ocho grupos de nacimiento y seis rangos de edad, lo que permitió realizar una comparación de la prevalencia de demencia entre diversas generaciones.
Los hallazgos mostraron que, aunque el riesgo de demencia continúa aumentando con la edad, las personas nacidas más recientemente tienen una menor prevalencia a la misma edad. Por ejemplo, en Estados Unidos, el 25,1% de los individuos de 81 a 85 años nacidos entre 1890 y 1913 presentaban demencia, en contraste con el 15,5% de aquellos nacidos entre 1939 y 1943.
Tendencias similares se detectaron en Europa y el Reino Unido, aunque las diferencias fueron menores.
¿A qué se atribuye esta mejora?
La doctora Lenzen afirmó que los resultados probablemente reflejan avances en la salud cardiovascular, educación, condiciones de vida y acceso a la atención sanitaria. “Observamos una fuerte conexión entre la edad y la demencia, pero no es únicamente la edad lo que promueve su aparición”, aclaró.
El doctor Alejandro Andersson, neurólogo y director médico del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA), coincidió en que la mejora es atribuible a progresos sociales y médicos. “Las mejoras en educación, salud pública y tratamientos médicos están dando resultados. Esta tendencia es más pronunciada en mujeres, gracias a un mayor acceso a la educación durante el siglo XX”, mencionó a Infobae.
Un panorama mixto
A pesar de la disminución en la incidencia, los expertos advierten que el número total de casos seguirá subiendo debido al envejecimiento de la población y al crecimiento demográfico mundial. Además, las desigualdades que influyen en el riesgo de desarrollar demencia persisten, tales como el nivel socioeconómico, el acceso educativo, la disponibilidad de servicios de salud y la calidad del ambiente.
Andersson también advirtió sobre nuevos elementos que podrían frenar los progresos, como el incremento de la obesidad, el estilo de vida sedentario, la diabetes tipo 2 y la polución atmosférica.
Nuevos factores de riesgo
El más reciente panel de especialistas convocado por la revista científica The Lancet ha señalado dos factores adicionales de riesgo para la demencia: la falta de tratamiento para la pérdida de visión en personas mayores y niveles altos de colesterol. Esto se suma a los otros 12 factores modificables que ya eran conocidos.
Los 14 factores de riesgo de demencia son:
En la infancia: baja nivel educativo.
En la mediana edad: pérdida de audición, lesiones en la cabeza, colesterol elevado, presión arterial alta, obesidad y abuso de alcohol.
En la adultez: consumo de tabaco, depresión, soledad, pérdida de visión, vida sedentaria, diabetes y exposición a la contaminación del aire.
Una advertencia con esperanza
La investigación de la Universidad de Queensland no contradice que la tasa general de demencia esté en aumento, pero revela que el riesgo personal ha disminuido en las generaciones más jóvenes. “Estos hallazgos nos ofrecen motivos para tener esperanza”, finalizó Lenzen, “pero también nos recuerda la necesidad de continuar invirtiendo en iniciativas de salud pública y prevención”.
La lucha contra la demencia todavía no ha finalizado, pero comprender que ciertos cambios —en la educación, la salud cardiovascular y el bienestar general— están teniendo un efecto positivo, es un motivo para seguir adelante.