Las razones que habrían demorado el premio Nobel de Medicina para los creadores de las vacunas de ARNm contra el COVID-19
Las vacunas de ARN contra el COVID-19 se desarrollaron en base a una plataforma sobre la que se venía trabajando para otras enfermedades/ REUTERS/Soe Zeya Tun
El Nobel de Medicina 2021 fue para dos científicos que descubrieron receptores en las células de la temperatura y el tacto, el investigador David Julius, nacido en los Estados Unidos, y Ardem Patapoutian, nacido en el Líbano. Pero los favoritos en el mundo científico eran la científica húngara Katalin Karikó y el estadounidense Drew Weissman, quienes hicieron aportes fundamentales para el desarrollo de las vacunas de ARN mensajero contra el COVID-19. En el contexto de la pandemia que azota a la humanidad, se esperaba que ellos fueran los galardonados con el Nobel, pero el poco tiempo transcurrido entre sus hallazgos y su uso incipiente podría ser una de las razones por las cuales quedaron sin ser reconocidos en la categoría que empezó a darse en 1901.
Hace 30 años, en los años 90, nadie imaginaba que sería tan importante el camino allanado por una bioquímica húngara Karikó que se obsesionó con la investigación de una sustancia para combatir enfermedades, a través del ARN mensajero. Tras dejar su Hungría natal en los ochenta, la investigadora persistió en su pasión en Estados Unidos.
Karikó estuvo al frente de por lo menos dos importantes avances: En 2005, junto con su principal colaborador Drew Weissman, resolvió un fallo del ARNm sintético. Y diez años después, descubrieron cómo enviarlo a la parte correcta de las células. Estas innovaciones fueron clave para la vacuna contra la COVID-19 desarrollada por Pfizer y su socio alemán BioNTech, donde Karikó es ahora vicepresidenta, así como para la vacuna producida por Moderna.
Las vacunas de ARN contra el COVID-19 se desarrollaron en base a una plataforma sobre la que se venía trabajando para otras enfermedades/ REUTERS/Soe Zeya Tun
El Nobel de Medicina 2021 fue para dos científicos que descubrieron receptores en las células de la temperatura y el tacto, el investigador David Julius, nacido en los Estados Unidos, y Ardem Patapoutian, nacido en el Líbano. Pero los favoritos en el mundo científico eran la científica húngara Katalin Karikó y el estadounidense Drew Weissman, quienes hicieron aportes fundamentales para el desarrollo de las vacunas de ARN mensajero contra el COVID-19. En el contexto de la pandemia que azota a la humanidad, se esperaba que ellos fueran los galardonados con el Nobel, pero el poco tiempo transcurrido entre sus hallazgos y su uso incipiente podría ser una de las razones por las cuales quedaron sin ser reconocidos en la categoría que empezó a darse en 1901.
Hace 30 años, en los años 90, nadie imaginaba que sería tan importante el camino allanado por una bioquímica húngara Karikó que se obsesionó con la investigación de una sustancia para combatir enfermedades, a través del ARN mensajero. Tras dejar su Hungría natal en los ochenta, la investigadora persistió en su pasión en Estados Unidos.
Karikó estuvo al frente de por lo menos dos importantes avances: En 2005, junto con su principal colaborador Drew Weissman, resolvió un fallo del ARNm sintético. Y diez años después, descubrieron cómo enviarlo a la parte correcta de las células. Estas innovaciones fueron clave para la vacuna contra la COVID-19 desarrollada por Pfizer y su socio alemán BioNTech, donde Karikó es ahora vicepresidenta, así como para la vacuna producida por Moderna.
El doctor De Florian participa en el equipo internacional que detectó el bosón de Higgs, más conocido popularmente como la “partícula de Dios”. “Todos esperábamos que le dieran el Premio Nobel al desarrollo de las vacunas de COVID-19 en este mismo año. Me sorprendió mucho que no se lo dieran”, agregó.
Recientemente, la revista Nature había señalado en un artículo que también era difícil determinar quién merece el mérito de haber sido pionero en la tecnología de ARN mensajero para vacunas cuando circulaban las especulaciones sobre los ganadores del Premio Nobel. “En realidad, el camino hacia las vacunas de ARN se basó en el trabajo de cientos de investigadores durante más de 30 años”, se informó en la revista.
El 9 de septiembre pasado, Karikó y Weissman, que trabaja en la Universidad de Pittsburgh, habían sido reconocidos con el premio “Breakthrough Prize” de 2022, que otorga 3 millones de dólares.
Karikó y Weissman siguen trabajando. El equipo de Weissman trabaja en el uso del ARN para desarrollar una terapia genética, de una sola inyección, para eliminar el defecto que causa un tipo de anemia que afecta a 200.000 recién nacidos en África cada año. Aunque aún persisten importantes desafíos técnicos para garantizar que el tratamiento sea seguro y efectivo, los investigadores son optimistas. También hay muchos estudios en curso sobre el uso de la tecnología para futuras vacunas y tratamientos para una amplia gama de enfermedades, como el VIH, el cáncer y las enfermedades autoinmunes y genéticas.