Relación entre daño hepático, glucosa y fructosa
Hasta hace apenas algunas décadas se creía que lo más perjudicial para el hígado era el consumo de alcohol y de alimentos grasos. Sin embargo, la ciencia ha podido establecer que existe una estrecha relación entre el daño hepático y el consumo de glucosa y fructosa.
El primer estudio que demostró la relación entre daño hepático y azúcares se publicó en 1949. La investigación estaba dirigida por el Dr. C. H. Best, quien junto con el Dr. F. Banting había ganado el Premio Nobel de Medicina en 1923, por el descubrimiento de la insulina.
En el estudio de 1949, llevado a cabo en la Universidad de Toronto, se mostró cómo un grupo de ratones desarrolló esteatosis hepática y cirrosis, tanto por el consumo de alcohol, como por una excesiva ingesta de azúcares. Sin embargo, por alguna razón desconocida este estudio no trascendió.
No fue sino hasta los años 80 cuando se realizaron nuevas investigaciones al respecto. Estas corroboraron los hallazgos del Dr. Best y los ampliaron. Actualmente no hay consenso pleno al respecto, pero sí suficientes evidencias como para hablar con certeza de la relación entre daño hepático y consumo de azúcares.
La glucosa y el daño hepático
La Universidad de Duke (USA) llevó a cabo otro estudio sobre el efecto del consumo de azúcares y el daño hepático. Resulta pertinente recordar que los azúcares no solamente están en los dulces, sino también en los carbohidratos.
En el estudio de Duke se constató que el hígado acumula el exceso de glucosa y lo transforma en grasa. Esto finalmente desemboca en la esteatosis hepática, lo que popularmente conocemos como hígado graso.
En la esteatosis hepática las células del hígado, o hepatocitos, se llenan de grasa. Con el tiempo pueden llevar a una inflamación patológica, que degenera el órgano e impide que desarrolle sus funciones fisiológicas de manera normal.
El hígado no puede gestionar las grasas ni eliminar las toxinas de manera adecuada. Esto, a medio o largo plazo, desemboca en graves enfermedades como cirrosis hepática y cáncer de hígado. Así que el tema no es para tomárselo a la ligera.
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La fructosa y el daño hepático
En 2008 se publicó una investigación realizada por expertos de varias universidades y dirigido por el Dr. Xiaosen Ouyang. Querían establecer cuál era la relación precisa entre el daño hepático y el azúcar blanco, la sacarosa y la fructosa. El resultado, que se publicó ese mismo año en Journal of Hepatology, señaló que la fructosa era particularmente nociva.
Por su parte, los doctores W. Nseir, F. Nassar y N. Assy, adscritos al Holy Family Hospital in Nazareth de Massachusetts (USA), publicaron un estudio en 2010. Según sus pesquisas, el principal detonador del hígado graso es el consumo excesivo de bebidas gaseosas azucaradas.
Concluyeron que la fructosa, presente en esas bebidas y en otros alimentos, estimula la lipogénesis hepática. Esto es, el proceso mediante el cual las grasas se transforman en triglicéridos o grasas de reserva. Esto podría dar lugar a obesidad, síndrome metabólico y diabetes tipo 2.
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Otros datos que se deben tener en cuenta
Hay al menos 27 estudios, llevados a cabo en la última década en todo el mundo, que establecen una relación directa entre la fructosa y el daño hepático. Sin embargo, también hay expertos que ponen en duda este hecho, aunque con evidencias poco contundentes. Alrededor del azúcar hay toda una industria y toda una cadena de intereses.
Con el tiempo han aparecido otros datos interesantes. Por ejemplo, en una investigación del Center for Genetics, Nutrition and Health de Washington (USA), se estableció que el exceso de fructosa tiene efectos más dañinos cuando a este se le suma un déficit de Omega 3.
De hecho, son varios los investigadores que afirman que el exceso de fructosa es realmente dañino si paralelamente hay un déficit de otros nutrientes. En la University of Louisville School of Medicine (USA) sometieron a un grupo de ratones a una dieta particularmente alta de fructosa.
Como resultado, los más afectados fueron los individuos que tenían déficit de cobre y, muy especialmente, de colina y metionina. La colina es un nutriente que está en la yema de huevo, el hígado y las habas, entre otros. La metionina es un aminoácido que está en carnes, pescados, lácteos y huevos.
Recuerda que es importante seguir siempre las indicaciones de un médico, pues las necesidades pueden variar según el individuo. En general, intenta llevar una dieta equilibrada, con alimentos naturales y de calidad, y evita hábitos nocivos como el consumo excesivo de alcohol.